“¡Se lo merecía!”, se comentaba en redes sociales cuando a Phil Collins lo abandonó su tercera esposa Orianne Cevey vía mensaje de texto el año pasado (y poco después se casó con otro). Se hablaba de karma: al músico se lo acusaba de haber terminado la relación con su cónyuge anterior Jill Tavelman mandándole un fax (“De verdad dañó mi carrera, o mi personaje público, y está basado en algo que no es verdad. Espero que la gente me crea”, dijo en 2016 sobre ese tema). Sin embargo, pocos recordaron que aquel episodio ya había sido en su momento una vuelta de la taba de la suerte para Collins, a quien su primera mujer Andrea Bertorelli había dejado en 1980, tras iniciar un romance con su pintor y decorador.
La ruptura con Cevey lo encontró casi retirado y con problemas de salud: de ahí no salió ninguna obra artística relevante. El fin de su matrimonio con Tavelman sí lo inspiró: su álbum Both Sides (1993) nace de aquella separación. Pero si hubo en la vida de Phil Collins un desamor productivo, ese fue el de Bertorelli, que lo impulsó a componer las canciones del que para muchos es su mejor disco: Face Value, su debut de 1981, que hoy cumple 40 años.