Con 62 años recién cumplidos; una intensa trayectoria de más de 40 años; y una rica y audaz obra portadora de una originalidad y belleza inusitadas, cuya exploración aún hoy no se agota y ofrece siempre nuevas y reveladoras aristas, el 8 de febrero de 2012 moría Luis Alberto Spinetta y dejaba un legado fundamental para la cultura argentina, basado en una búsqueda permanente sin concesiones.
Figura central del rock argentino, Spinetta expandió los límites de este movimiento con una lírica inusual para el género; un inquieto estilo musical propio forjado con influencias que fueron reinterpretadas desde sus particulares y arrojadas lecturas; y, fundamentalmente, una coherencia en su postura artística que nunca se vio contaminada por los dictados de las modas o los mandatos del mercado, aunque siempre atento a las nuevas tendencias.
Como si todo eso no bastara, este artista se destacó además como un brillante intérprete, alejado de ortodoxias, creador de una expresiva forma de cantar y tocar la guitarra, imposibles de imitar.
Estas particularidades dieron vida a una obra integrada por cientos de composiciones repartidas en más de 40 discos –casi todos ellos de un nivel superlativo-, cuya apreciación pareciera ser inagotable, incluso luego de innumerables atentas escuchas.
El personal estilo de Spinetta, la profundidad de sus creaciones y su intransigente postura artística lo convirtieron en una figura altamente respetada e, incluso, venerada; aunque, salvo algunas excepciones, esto generalmente no tuvo su correlato en la difusión mediática de su obra ni en la venta de discos o entradas para sus conciertos.
Desde su Bajo Belgrano natal, Spinetta creció al calor del tango, el boom del folclore, Los Beatles, el jazz, la pasión por el dibujo, la poesía y lecturas de autores como César Vallejo y Julio Cortázar. Desde las aulas de un represivo colegio de curas, comenzó a darle cauce a distintos canales de expresión junto a su compañero y compinche Emilio del Guercio.
Todo eso confluyó y se materializó en Almendra, grupo seminal del rock argentino, que en su homónimo primer disco desplegó todo un novedoso universo lírico y musical, que contemplaba personales lecturas de las influencias recibidas de Astor Piazzolla, el rock, el jazz y algunos fenómenos de la canción de la época, como el caso del español Joan Manuel Serrat.
En una placa marcada a fuego por la delicada poesía de “Muchacha ojos de papel” y “Plegaria para un niño dormido”, el surrealismo de “Figuración” la psicodelia de “Color humano”, el rock de “Ana no duerme” y la tanguera “Laura va”; “A estos hombres tristes” aparece como el ejemplo más acabado de los miles de caminos que convergían en el estilo artísticos de Spinetta.
Las drogas psicodélicas en boga en pleno hippismo y las lecturas de los poetas malditos marcaron las siguientes experiencias de este artista que, tras la experimentación en el segundo disco de Almendra, disolvió al grupo en pleno éxito y se embarcó en una experiencia que, siguiendo los pasos de los llamados “poetas malditos”, incluyó un disco casi dadaísta, improvisado en estudio (“Spinettalandia y sus amigos”), y un viaje iniciático por Europa.
A su regreso, producto de la influencia del rock duro de Led Zeppelin y de sus intercambios con Pappo, forma en 1972 Pescado Rabioso, un grupo al que en una charla para el libro “¿Cómo vino la mano?”, de Miguel Grinberg, definió como “el primer eructo después de que uno se toma un Uvasal tras haber comido y bebido a mansalva”.
Tras dos discos con clásicos como “Blues de Cris”, “Despiértate nena”, “Post-crucifixión”, “Credulidad” y “Como el viento voy a ver”, entre otros, disuelve al grupo en 1973 y lanza como solista (aunque acreditado a Pescado Rabioso) “Artaud”, una de sus obras cumbres inspiradas en el “dolor” que genera la lectura de este poeta francés, según sus propias expresiones.
Tras tres discos con gemas como “Durazno sangrando”, “El anillo del Capitán Beto” y “Los libros de la buena memoria”, Spinetta nuevamente disuelve al grupo en pleno éxito para encarar una aventura jazzera inspirada por el impacto que le provocó la irrupción en escena del guitarrista John McLaughlin y su grupo Mahavishnu Orchestra.
En esa tónica registró como solista “A 18 minutos del sol”, en 1977, una propuesta incomprendida por el público y la crítica, en la que tal vez por única vez la música de Spinetta se pareció concretamente a la de otro artista.
En la que probablemente haya sido la única concesión que hizo en su carrera, grabó un disco en Estados Unidos, cantando en inglés, a instancias de su entonces amigo, la figura del tenis Guillermo Vilas. Se trató de “Only Love Can Sustain”, un fallido intento de expandir su música a nivel internacional que fracasó por lo impersonal de su resultado.
Tras el agridulce regreso de Almendra entre 1979 y 1980, que dejó un saldo de un disco en vivo, una gira nacional y una nueva placa con nuevas canciones que pasó desapercibida (“El valle interior”), formó Spinetta Jade, un proyecto que duró hasta 1985 y en cuatro discos recorrió una paleta sonora que partió de la fusión, pasó por el llamado A.O.R. (Adult Orient Rock), hizo escala en una música y lírica de tintes urbano, y concluyó en una propuesta que dio cuenta de las programaciones y los sonidos digitales que imponían las nuevas tendencias.
Esta época coincidió con la renovación en el rock argentino que trajo el regreso de la democracia y, a pesar de sus intentos por seguir el pulso de las novedades, relegó a Spinetta a un espacio de respeto por su figura pero de escasas ventas y difusión.